Al
terminar la época colonial, la sociedad chiapaneca se desenvolvía en tres
universos distintos y relativamente separados el uno del otro: los pueblos de
indios, las fincas mestizas y las villas de origen español. De las dos últimas
salieron los ciudadanos que concretizaron la independencia de la provincia de
Las Chiapas, primero de España (1821) y después de Centroamérica (1824). Hubo
entonces una experiencia de incipiente democracia que es digna de recordar: la
toma de decisiones en "cabildos abiertos" por "la gente visible
del lugar" en varias cabeceras regionales. Desgraciadamente, este
magnífico primer paso fue seguido por la manipulación del voto que realizó la
cúpula en el poder. Se manifestó además, con toda crudeza, la división que
existía desde tiempo atrás entre las diversas regiones y el antagonismo que
oponía, en cada una de ellas, a los distintos sectores de la clase pudiente.
Los notables de Tapachula llegaron al extremo de reintegrar el Soconusco,
durante 20 años, a la joven república centroamericana, antes de aceptar
finalmente su anexión a la federación mexicana en 1844.
La
situación económica cambio muy poco, pero la inestabilidad política se
incrementó con la lucha entre federalistas y centralistas durante el segundo
cuarto del siglo XIX. La vida de los chiapanecos siguió girando en torno de
cuatro centros urbanos: Ciudad Real, Chiapa, Tuxtla y Comitán. Los notables de
estas cuatro ciudades comenzaron a expandir su poder territorial, en ocasiones
despojando a las comunidades indígenas, que sin el amparo de las leyes
coloniales quedaron a merced de particulares; y en otras, apropiándose de tierras
propiedad del clero. En 1826 se fundó la Universidad Pontificia y Literaria de
Chiapas y se introdujo la primera imprenta. En 1828 se creó la que sería la
segunda escuela normal del país, surgieron los primeros periódicos, pero la
vida cultural de Chiapas siguió permeada por el localismo. En 1842 el
Soconusco, que se había unido a las provincias centroamericanas, pasó a formar
parte de Chiapas y por supuesto de México.
A
mediados de siglo los liberales logran por fin derrotar a los conservadores y
se decretan las leyes de corte liberal y la propia Constitución en 1857. En
Chiapas, Ángel Albino Corzo se adhiere -con algunos seguidores- al Plan de
Ayutla, presionan al gobernador para que se sume a ella y temeroso Fernando
Nicolás Maldonado, renuncia a la gubernatura y su lugar lo ocupará el prefecto
de Chiapa, Ángel Albino Corzo. Éste deroga las leyes de corte conservador,
proclama la Constitución de 1857, crea instituciones públicas y realiza una
nueva división político-territorial del estado.
Ángel
Albino Corzo se convierte en el principal exponente y defensor de las ideas
liberales en el sureste y derrota a los conservadores locales Juan Ortega y
José María Chacón; restableció el orden constitucional en Tabasco; combatió a
los aliados de los franceses; defendió la integridad territorial del estado
ante las pretensiones del gobierno tabasqueño de anexarse los distritos de
Palenque y Pichucalco; pero sobre todo, fue el artífice del triunfo de las
ideas liberales en Chiapas, durante esa época de transición. Fue depuesto en
1864, estando con licencia por el general Porfirio Díaz, quien con el argumento
de inestabilidad política impuso al coronel José Pantaleón Domínguez como
gobernador y comandante militar. Fue el propio Díaz quien, aprovechando la
inconformidad de varios caudillos militares, lo destituyó a Domínguez de ese
cargo en 1875.
Varios
gobernadores sucedieron a Domínguez, pero poco lograron para hacer avanzar la
economía y la integración de Chiapas, pues el estado estaba dominado por
cacicazgos regionales: Sebastián Escobar controlaba el Soconusco, Miguel
Utrilla los Altos, Julián Grajales los Valles Centrales y, aunque mermado, José
Pantaleón Domínguez enseñoreaba Comitán y sus alrededores. La acción de estos
caciques era un verdadero obstáculo para la modernización política y el
progreso económico del estado. En el Inter, los tzotziles de San Juan Chamula
son agredidos y se rebelan contra el gobierno mexicano, entre 1867 y 1869.
En
1891 la era porfiriana entra de lleno a Chiapas. El coiteco Emilio Rabasa fue
designado gobernador del estado, inaugurando con ello “el sistema de
gobernadores importados y designados desde la capital de la República”. Rabasa
impulsa la modernización política del estado, combate los cacicazgos de
Grajales, Utrilla y Escobar, centraliza el poder, moderniza la administración
pública, decreta una nueva constitución política local, traslada los poderes
del estado a Tuxtla Gutiérrez, promueve la construcción de caminos y
carreteras, fomenta la educación como tarea del estado, impulsa la cultura y
favorece la inversión extranjera, principalmente en torno de las plantaciones
cafetaleras. Su poder se extendió durante casi veinte años, durante ese periodo
se promovió el desarrollo agrícola e industrial, se introdujo el teléfono y el
telégrafo, se tendieron puentes y se abrieron puertos, beneficiando
particularmente a Tuxtla Gutiérrez y el Soconusco, convirtiéndose en
importantes centros de poder político y económico.
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