El
florecimiento de las ciudades mayas en la selva Lacandona durante la época
clásica (300-900 d.C.) es considerado como una de las mayores hazañas socioculturales
de la historia de la humanidad. Fue en la época preclásica (1800 a.C.-300 d.C.)
que se dieron, en tierras chiapanecas, los pasos que hicieron posible la
transición paulatina de la cueva oscura al paraje luminoso, del grito
inarticulado a la palabra sonora, de la recolección de frutas a la
domesticación del maíz, del agrupamiento primitivo a la convivencia
sofisticada, de la lengua hablada a la escritura glífica, de la picapiedra
rudimentaria a la escultura refinada.
Las
más recientes excavaciones arqueológicas surgieren que fue en la región costera
del Soconusco donde nació la cultura más antigua de Mesoamérica: la mokaya.
Alrededor de 1500 a.C. sus habitantes ya cultivaban el maíz, vivían en casas y
producían alfarería. Fueron sus descendientes, hablantes de un mixezoque
antiguo, los que se movieron más tarde hacia las llanuras del Golfo y dieron
allí nacimiento a la cultura olmeca. En su camino transístmico se entretuvieron
en el valle del río Grijalva y fundaron a orillas de éste una gran ciudad, cuyas
ruinas aún pueden verse en la entrada de Chiapa de Corzo. Allí fue encontrado
un pedazo de cerámica con la inscripción calendárica más antigua hasta hoy
conocida: lleva la fecha de 36 a.C.; trescientos años más tarde, el pueblo
maya, retomó todos estos adelantos y los llevó a su máxima perfección.
A
la par de los innumerables e indudables hallazgos artísticos e intelectuales,
se han descubierto también algunos problemas que parecen haber complicado la
vida de los mayas antiguos: la creciente sobre explotación de los suelos
selváticos, la rígida estratificación social, la exagerada exaltación del
terruño, las incesantes incursiones bélicas en contra del vecino, el miedo a
las enfermedades y hambrunas, y la amenaza de una catástrofe natural
anunciadora del fin de su mundo.
Cada
uno de estos problemas ha sido sugerido por los estudiosos como la explicación
del "colapso maya", es decir, el hundimiento sociopolítico y cultural
de las ciudades selváticas al finalizar el siglo IX de nuestra era.
Probablemente, fue una infeliz coyuntura de varios de estos elementos la que
llevó a los mayas clásicos a la ruina. En su lugar surgió una sociedad que
truncó los sueños de grandeza por una convivencia más modesta, preocupada
principalmente por restablecer el respeto a la tierra sagrada y el trabajo
milpero ejecutado en ella.
Corrieron
así seis siglos (900-1500 d.C.) de vida campesina, sacudida de vez en cuando
por la llegada de pueblos guerreros de otras latitudes que pasaron por Chiapas
en su camino a Centroamérica: pipiles y putunes primero, chiapanecas y toltecas
después. Los dos últimos llegaron para quedarse; los chiapanecas se
establecieron físicamente en medio de poblaciones autóctonas zoques y mayas;
los toltecas introdujeron parte de su cultura y su religión. Sobreviven dos
vestigios de esta doble influencia: la ciudad Chiapan (hoy Chiapa de Corzo),
construida por los chiapanecas intrusos sobre las ruinas de la antigua cabecera
mixe-zoque, y los nombres nahuas dados por los toltecas a los poblados
conquistados y gobernados por ellos. Muchas ciudades y pueblos de nuestro
estado han conservado los nombres que les fueron impuestos en aquellos tiempos:
Tuxtla, Comitán, Tapachula, Ocosingo y Chiapa son sólo algunos ejemplos, en una
nómina de más de 50.
Pero
la herencia más valiosa que nos dejaron los toltecas en su paso por el sureste
mexicano fue el recuerdo de un gobernante excepcional llamado Votan. Dice una
venerable tradición que Votan hizo en Chiapas lo que Quetzalcóatl en Yucatán:
unificó bajo una administración sabia y responsable a una población demasiado aislada
y dividida. Ese plan de gobierno incluyó el respeto a la diversidad de lenguas
y costumbres enraizadas en la población autóctona. Probablemente, en aquel
tiempo nacieron las regiones que los conquistadores españoles conocieron y
respetaron al llegar a estas tierras, en los años 1524-1528: los Altos, los
Llanos, los Zoques, Chiapa, el Soconusco y el Lacandón. Posiblemente fueron
formadas también, en aquel periodo, las comunidades que los españoles
encontraron y congregaron en pueblos de indios. Debido a su buen gobierno,
Votan fue elevado por sus súbditos agradecidos al rango de hombre dios.
Sobrevivió en la memoria de las generaciones posteriores como "corazón y
guardián del pueblo" y protector divino del tercer día del mes
maya-tseltal.
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